12 Las hormigas también gritan (Ignacio Rubio Arese)

12 Las hormigas también gritan (Ignacio Rubio Arese)

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Descripción

Sinopsis

Abrir un libro de microrrelatos es como abrir el baúl de un mago. Uno sabe que lo va a encontrar lleno, atestado de toda la parafernalia con la que un mago hace sus trucos, que no van a faltar sombreros, cajas, varitas y hasta alguna paloma.

Eso es seguro.

Lo que uno nunca sabe es si, además, va a encontrar dentro la magia.

Pero ¿qué es la magia?

Algo que en un libro de microrrelatos, más que ver, podemos sentir. Magia es cuando las historias no solo nos cercan y zarandean, sino que las imágenes, las emociones y los ritmos que las construyen, simplemente nos agarran del pescuezo y, de un empellón, nos meten dentro del baúl y lo cierran con llave.

Y eso es exactamente lo que ocurre en las historias de Las hormigas también gritan.

Magia.

Javier Sagarna

Biografía

Me llamo Ignacio Rubio Arese. Cuenta la leyenda que fui gestado cierta Nochevieja, solo un par de meses antes del imborrable “¡Todo el mundo al suelo!”: el micro más pavoroso de nuestra historia reciente, sin duda alguna. Me recuerdo por vez primera en un patio de guardería empujando neumáticos viejos y pateando un balón de “Naranjito”. Crecí con el humor absurdo de “Los Batautos”, las aventuras de Dartacán y las canciones de Rosa León. Por aquel entonces quería ser bombero, mosquetero, torero y otras muchas cosas que acabasen en –ero. Estudié en Leganés, en Trabenco, un colegio sin libros y sin exámenes, donde escribí mis primeras fábulas. Más tarde me fui a vivir a la sierra madrileña, a Moralzarzal, la patria de mi adolescencia y los veranos más felices, entre libros y amigos, chapuzones, carreras de chapas y partidos de fútbol. A los veintiuno me hice viajero y me dio por bombardear a mis pobres conocidos con crónicas escandinavas y bálticas. Fue en aquellas latitudes donde retomé el hábito de la escritura como elixir contra los días lluviosos y la resaca de las noches en vela. Fui después peregrino solitario, casi un monje de Taizé, y entre velas y cánticos fabulé con otras voces profundas y palpitantes. En 2013 conocí a Laura, haciendo de árboles en un festival de danzas del mundo y, en el Madrid más castizo, ella se convirtió en el faro de las hormigas que gritaban en mi interior. En 2017 nos trasladamos a la Isla de La Palma, donde actualmente trabajo como profesor de secundaria y barrunto futuras historias, inspirándome en la pulsión dormida de los volcanes y en la pulsión tan volcánica de mis entrañables adolescentes…